El penitente minero, la historia de una profesión muy arriesgada cuyo fin era adelantarse al grisú para evitar explosiones y tragedias

La historia del penitente minero es la de una profesión trágica en la vieja y casi ya olvidada minería del carbón, pues comenzó a utilizarse en Inglaterra en 1650 y llegó a las minas españolas en el S. XIX donde se le apodó el penitente, por ser en algunos casos un reo liberado de condena mientras hiciese esa labor. En Reino Unido lo llamaban «fireman», en Francia «canonniers» (cañoneros) y en las minas blegas, wàde-feû (o gâr-feû o guardián del fuego). La leyenda del hombre que buscaba y advertia del gas o lo hacía explotar sobrevivió en la literatura realista del XIX, en aquellas novelas como Germinal, de Emile Zola.

Hubo una época donde la minería era una industria masiva, en cuyas minas trabajaban decenas de miles de personas llegadas del mundo rural. Minas que presentaban condiciones penosas, con condiciones laborables semi esclavas, sin apenas seguridad. En ellas se vivía a diario una batalla constante para evitar la muerte y a duras penas la enfermedad: hundimientos, costeros, mutilaciones… las explosiones de gas, por su alcance y peligrosidad, eran sin duda temibles. El grisú era llamado «el enemigo silencioso» por el riesgo que corrían los mineros de morir sin llegar a darse cuenta de su presencia en el tajo: Con una concentración de apenas entre un 5 y un 15 por ciento de grisú liberado de las capas en el aire de la galería, bastaba una chispa o una llama del farol o lámpara para producir una deflagración capaz de extenderse por túneles y pozos en cuestión de segundos.

Hasta la llegada de los medidores (grisuómetros/metanómetros) y de los avances en ventilación, para prevenirlas, no había muchas medidas efectivas: la técnica del «canario» que consistía en ver si el pájaro seguía vivo en la jaula habla de lo rudimentario de aquellos tiempos. Y los fallos se producían, incluso tras la invención en 1815 de la primera lámpara de seguridad por parte de Humphry Davy, quien se dio cuenta enseguida de que el problema no era simplemente de ventilación, como algunos pretendían, sino de las velas o lámparas de aceite que hacían explotar el grisú. Fue entonces cuando de manera complementaria, en algunas minas, se comenzó a meter en plantilla al denominado PENITENTE, pero ¿quién era y por qué se dedicaba a enseñar su cara a la muerte?.

El penitente era una persona de experiencia que entraba en las minas antes de que los mineros llegasen a su trabajo con el único fin de explosionar los gases que allí existieran. Iba cubierto con una especie de pasamontañas, guantes y capa, prendas realizados con tejidos gruesos o cuero, cuya estética le daba un toque aún más siniestro o gótico. Esas ropas eran humedecidas con el fin de tratar proteger del fuego en caso de accidente. Su día a día era en soledad, arrastrándose por las galerías donde tocaba la labor, mientras que con una larga pértiga, que portaba delante de él, llevaba una candela encendida en el extremo de la misma, con el fin de adelantar la explosión del grisú, acumulado en el techo de las labores. Este personaje desaparecerá paulatinamente tras el invento de la lámpara de seguridad de Davy (1815).

El fireman salvaba la vida a sus compañeros y por eso desde el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX es el nombre mítico que en las minas inglesas recibiría el jefe o responsable de seguridad.

El penitente aparece en Inglaterra a principios del siglo XVII de donde con probabilidad pasa a Europa, particularmente a Francia y Bélgica. Los últimos penitentes fueron identificados en España a finales del XIX. La profesión inspiró a muchos novelistas del siglo XIX y XX. Los grabados e imágenes corresponden (por este orden, artista y año) a El penitente de Simonin (1867), El penitente de Rambosson (1870), Maniquí en el Museo Archive Carbonnages du France y escultura del penitente de La Escuela de Minas de Madrid. Finalmente, añadimos una foto muy curiosa de 1918 viendo como el uso del «canario» en la mina siguió realizándose tras desechar a los penitentes: Los canarios, pájaros muy sensibles a la presencia de gases nocivos en el aire, han quedado grabados en la cultura popular por este tipo de usos, y hasta hoy nos llegan expresiones coloquiales que refieren al canario como medio de alerta temprana contra algún peligro.

Dos mineros con el canario.