Lieres, la pequeña Bélgica minera asturiana que soñó Ernest Solvay
Hoy, un periódico asturiano, La nueva España, recuerda en un reportaje que se cumplen «Treinta años del encierro para salvar Solvay: Once mineros permanecieron 16 días a 660 metros de profundidad para exigir la pervivencia del pozo de Lieres, que acabaría cerrando en 2001«. Al hilo de esta efeméride, recuperamos un reportaje de la Revista Montepío de enero de 2013, dedicado precisamente a la minería en esta parroquia de Siero, uno de los feudos fundacionales de la gran industria carbonera asturiana en los siglos XIX y XX, y de Solvay, marca preñada de reminiscencias de una época cuya memoria parece haberse diluido demasiado rápido, pese a que contaba con numerosos e importantes hitos, que conectaban a Asturias con la modernidad industrial y científica en la Europa de entonces. Titulamos aquel reportaje, incluido en la sección de #MemoriaMinera denominada Los álbumes del carbón: «Lieres, la pequeña Bélgica».
Foto 1 Acceso a la mina de Solvay de Lieres con la bandera tricolor de Bélgica en primer plano. Foto 2 Castillete de Solvay
Los Álbumes del carbón abren hoy una de las páginas más interesantes y curiosas en la historia de la minería asturiana: el inicio, consolidación y establecimiento industrial de Lieres de la mano de dos firmas emblemáticas en la actividad empresarial española y europea, ambas de origen de belga: la Real Compañía de Minas del Carbón y, muy especialmente Solvay y Cía, multinacional química, pilotada por Ernest Solvay, inventor de varios procesos para la generación de sosa cáustica, y promotor de foros científicos junto con ilustres como Albert Einstein o Marie Curie, y cuyas fábricas aún siguen presentes en más de cincuenta países. A Lieres llegó en 1903 para desarrollar y gestionar hasta 1973 un complejo carbonero y social que constituye uno de los ejemplos más interesantes del paternalismo obrero en nuestro país. Nada es lo que fue en Lieres. En la memoria nos queda un buen puñado de fotografías que hablan de ese nervio social e industrial que alcanzó Lieres durante buena parte del siglo XX, y que cuyo despegue se inició en el siglo XVIII con los estudios de Jovellanos y la llegada de los ingleses y sus «artesanales” técnicas para el arranque del carbón en las primeras cortas de montaña. Hemos hecho una pequeña selección que recoge desde la vida en la mina, a las viviendas o distintas actividades sociolaborales, cargadas de nostalgia.
Un inventor y promotor científico en la Asturias de 1900, que departía con Einstein o Marie Curie: Ernest Solvay, (Rebecq-Rognon, Bélgica, 1838 – Bruselas, 1922) y el logotipo de la empresa. Biografía.
Hablar de Lieres y de carbón es hablar de una de las plazas de la minería industrial como más historia en Asturias y España. De hecho, notables estudiosos o historiadores, como Fermín Canella, sitúan esta parroquia del concejo de Siero como el lugar en el que se inician las primeras explotaciones carboníferas en España, un dato sujeto no obstante a debate, puesto que son conocidas las referencias que el Archivo General de Simancas, en Valladolid, hace de la mina de Arnao, o Arancés, en Castrillón, descubiertas y documentadas en el siglo XV por el fraile Carmelita Agustín Moreno, en plena época imperial de Felipe II. Pero si bien en la historia se cita la mina “submarina” de Castrillón, ahora preparada para acoger el Museo minero de Arnao, y también de otras por el Nalón, como la cantada “A La Pipiona”, no cabe duda de que en Lieres se establece uno de los primeros y más grandes complejos mineros industrializados de nuestro país. Ello fue fruto de dos empresas belgas: la Real Compañía de Minas y, especialmente, Solvay y Cía.
Pero para poder comprender porque durante muchos años del pasado siglo la bandera de Bélgica ondeó en Lieres, es necesario remontarse al insigne e ilustrado Jovellanos, quien en sus informes mineros de 1789 para el gobierno y la Hacienda pública, señala documenta “la minas grandes existentes en la riega de Carbayín”: “…siguiendo la misma falda, en la parroquia de Lieres, la mina grande del monte Lieres, beneficiada según el arte de los ingleses. Subiendo al Carbayín empieza a recibir los carbones de las minas de Siero, que son riquísimas y excelentes. Y cuando llegue al Rebollar tomará allí los de Lieres, una de ellas es la mejor y más abundante de Asturias”.
La Compañía de San Luis, impulsada por los ingleses, fue una de las primeras firmas en responder e iniciar su actividad en Lieres, con el subarriendo de las cortas a un vecino de Les Feleches por 7.000 reales, de las que tan solo revertían a los vecinos que inicialmente se la habían alquilado 600 reales. Los ingleses, al igual que hicieran en otras comarcas asturianas, como la Asturiana Mining Company en 1844 en Mieres, se encontraron muy interesados desde el principio en el carbón asturiano, pero en el caso de Lieres, con un interés cortoplacista, sin mucho riesgo empresarial, rematado por el malestar vecinal ante el poco rendimiento que el alquiler de esta explotación daba al pueblo. De hecho, algunos informes apuntaban a la desgracia que suponía para la economía asturiana que “los ingleses usurpasen por 160 reales de vellón una de las mejores minas de la parroquia, cuando ella misma producía más de 1.200 reales ”.
Las niñas de la escuela de Lieres junto al busto de Ernest Solvay en el poblado
Más tarde, el propio Jovellanos constataría su decepción al llegar a Lieres con la falta de inversión en maquinaria moderna. La conclusión del sabio ministro gijonés: los británicos se volcaban en el rendimiento inmediato, sin perspectivas de futuro: “Aunque la galería y cámaras estaban apuntaladas con arte y los trabajos se hacían con más seguridad y mejor directorio que en otras partes… pero no tuve el gusto de observar ninguno de aquellos medios (-modernos, que esperaba con entusiasmo para alumbrar con sus informes la modernización técnica de España-) debido a la pericia del arte para sacar en mayor abundancia y con menos gasto los carbones”. Vamos, que los ingleses apuntaban superior conocimiento y maneras, pero no aportaban maquinaría.
En este contexto, y con litigios sobre la propiedad de las minas y Cédulas Reales dirigidas a controlar y preservar el “interés nacional” sobre las minas, dieron paso en 1833 al desembarco del capital belga y de la primera gran empresa minera asturiana, la Real Compañía de Minas del Carbón, multinacional con actividad, además de en España, en Francia, Noruega, y norte de África, y que, con el tiempo, se convertiría en la abuela de la actual Asturiana de Zinc, por una decisión adoptada en 1851 por el ingeniero Jules Hauzeur, sobrino del socio belga de la Real Compañía, Adolphe Lesoinne, y que es quien señala que la calidad del carbón de Arnao no es óptima para la siderurgia, proponiendo la creación de una fundición de zinc. Hauzeur se verá obligado a buscar financiación externa, consiguiendo la participación de Jonathan-Raphaël Bischoffsheim, banquero y director de la Banque Nationale de Belgique. Un apunte que demuestra que nunca nada fue fácil para la industria asturiana.
La carretera carbonera
Pero volviendo a Lieres, en 1836, los belgas reactivan la minería en la parroquia, llegando a su calor otras como la Sociedad de Carbones de Siero y Langreo, capitaneada por el Marqués de Las Marismas. Una empresa suya sería la encargada de construir en ese tiempo la popular Carretera Carbonera, concluida en 1842 y clave para la evacuación del carbón asturiano y despegue definitivo de la industria minera en la comarca del Nalón. La del Caudal cogería impulso más tarde, pero ya gracias al ferrocarril.
Otra de las Sociedad emblemáticas mineras nacidas de este conjunto de apuestas industriales, “La Fraternidad”, permitiría el desembarco de nuevo capital belga y de otro nombre mítico en la industrialización europea “Solvay y Cía, Societé Anonyme, fundada por Ernest Solvay (1838-1922) en 1863 y que en la actualidad su grupo químico-farmacéutico, con sede en Bruselas, cuenta con 400 empresas en 50 países, y 29.000 trabajadores. Pero ya ninguno en Asturias, únicamente en Torrelavega y Martorrel. El suministro de combustible para su fábrica de soca caústica de Solvay en Cantabria fue el motivo de la apuesta por Lieres, en cuya memoria de Lieres y la de nuestras comarcas mineras permanece lo que un día fue uno de los complejos carboneros, industriales y sociales más importantes de España.
Detrás de ello, el aliento y el espíritu de Ernest Solvay, un químico valón de Bravante, que no pudo ir a la Universidad por problemas de salud, y que comenzó a trabajar muy joven en la fábrica de su tío. Esa experiencia tiró de su conocimiento y de sus ganas de experimentar de una manera tan prolija, que en 1863, gracias a sus métodos inventados para la purificación de gases y la obtención del carbonato sódico mediante el procesamiento de amoniaco, construyó su primera fábrica en Couillet, donde terminó de perfeccionar sus técnicas. En 1890 a había fundado empresas en diversos países extranjeros y en 1900 el 95% de la crecida producción mundial de sosa provenía del proceso Solvay. Hoy en día 70 fábricas en el mundo aún emplean sus métodos, siendo la sosa un componente esencial en numerosas aplicaciones industriales, como, por ejemplo, la fabricación del vidrio, la metalurgia o la fabricación de detergentes. Este éxito le reportó a Solvay una riqueza considerable, la cual usó para diversos propósitos filántropos, incluyendo la fundación de varios institutos internacionales de investigación científica en fisiología en 1893, sociología (Universidad de Bruselas, 1902) física 1912 y química, 1913. Las conferencias sobre física de Solvay eran particularmente reconocidas por su papel en el desarrollo de las teorías de la mecánica cuántica y la estructura atómica. Llegó a senador y ministro, pero Ernest Solvay pasará a la historia por haber reunido en 1911 a los físicos más importantes del mundo, entre ellos a Albert Einstein, Ernest Rutherford, Max Planck o Marie Curie. Ese era el espíritu con la que los Solvay desarrollaban sus actividades.
Los Solvay siguieron participaron en el accionariado de Minas de Lieres hasta 1987
La familia Solvay, que también abrió otra mina de potasa en Suria-Barcelona, estableció su sede comercial en el 269 de la calle Mallorca de Barcelona, dedicando las Minas de Lieres a un simple centro suministrador de materia prima, dirigido por personal belga de marcado perfil técnico y sometido a las directrices emanadas de Bruselas. La crisis en el negocio del carbón impactó a Solvay y por ende a Lieres a comienzos de los años 70 (cabe reseñar que en el periodo 1967/8 el Gobierno de Franco ya se vio obligado a intervenir en la minería asturiana con la creación de la compañía estatal Hunosa, como aglutinador del obligado proceso de nacionalización de casi una treintena de minas de las cuencas centrales asturianas abandonadas por el empresariado de entonces. En principio, la solución propuesta por el estado para Lieres, como ocurrió también con Minas de Figaredo, no es su inclusión en Hunosa, sino en otra, denominada Milsa (Minas de Lieres S.A.). La sociedad avilesina González y Díaz adquiere a Solvay el 51% de las acciones. Y no se desprende del otro 49% hasta 1987. En ese año, El País publica que la Dirección de Minas había alcanzado un acuerdo con la firma de Lieres para establecer un nuevo sistema de contratación de carbón térmico que permitía el ingreso en la empresa de 600 millones de pesetas. Estas servirían para acometer un plan de inversiones en cinco años, de 1.100 millones de pesetas, dirigidas a reprofundizar pozos y preparar nuevas plantas. La plantilla era entonces de 462 trabajadores, con una producción de 160.000 toneladas.
Pero en el año 1994, sumidos en Asturias en otro proceso de ajuste minero, auspiciado por el paquete de reconversiones industriales “necesarias” tras la entrada en la Unión Europea y las nuevas condiciones para sectores deficitarios, Lieres también acabaría en la compañía Hullera pública estatal. Paradójicamente, Minas de Lieres cierra en el año 2001 con un expediente sancionador de la Unión Europea por incumplimiento del programa de cierre previsto para 1998.
Un patrimonio para la reflexión
El 27 de febrero de 2004, el Gobierno del Principado aprueba una resolución por la que se incluyen en el Patrimonio Cultural de Asturias varios elementos destacados del Pozo Siero y antiguas Minas Solvay de Lieres, al constituir “uno de los ejemplos más relevantes de la minería de la hulla en el concejo de Siero, estando su historia desde 1903 íntimamente ligada a la presencia en Asturias de la empresa belga Solvay, que hasta 1973 controló efectivamente esta explotación minera, poniendo en práctica un amplio programa de paternalismo empresarial que se plasmaría en la promoción por parte de la compañía propietaria de la mina de los cercanos poblados de Campiello y La Pedrera, o en el patrocinio de una amplia variedad de actividades asistenciales y de ocio para los mineros y sus familias, determinando de esta manera que la vida de Lieres girará durante años, casi en exclusiva en torno a esta empresa”.
No obstante, esta resolución, que protege la bocamina, los castilletes, las casas de máquinas, el ventilador, la chimenea, el polvorín, la central eléctrica, diversa maquinaria, utillaje y herramientas y todo el complejo mayor compuesto por equipamientos y viviendas (87.220 metros cuadrados con 40 edificaciones), recoge que la explotación metódica de las mimas comenzó en 1892 con la citada Sociedad La Fraternidad. A pesar del reconocimiento al valor de este patrimonio, su protección trajo la pasada década más de una polémica. De hecho, el tratamiento de este complejo fue de los primeros en poner sobre la mesa la necesidad de preservar el patrimonio dándole nuevos usos a los complejos, más allá de los museísticos, un debate, mezcla de intereses, superado ya hace muchos años en zonas como las del Rhur en Alemania, pero que aquí aún continúa fresco, quizás ahora dormido por la crisis.
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En el reportaje actual, La Nueva España recuerda que «Las hoy destartaladas instalaciones mineras de Lieres, en las que está previsto instalar un vivero de empresas, fueron escenario hace ahora justo treinta años de una de las movilizaciones más relevantes de la historia de la minería asturiana. Once trabajadores permanecieron encerrados en el interior del pozo, a 660 metros de profundidad, durante dieciséis días como medida de presión para que se retomase la actividad extractiva, en aquel momento paralizada, y lograr el pase de la explotación a Hunosa». Se remarca como «la Unión Europea (UE) impuso en 2001 el cierre de Lieres-Solvay, como condición para autorizar el plan de futuro de Hunosa», incluso con un expediente sancionador. El cese de actividad marcó el inicio de un imparable declive que Lieres espera remontar con el vivero de empresas que ya se prepara en el antiguo recinto minero. «El importe de esta actuación asciende a 750.000 euros y se financiará a través del Instituto para la Transición Justa y el Principado de Asturias. El vivero contará con ocho despachos, una oficina común y un aula divisible en cuatro».
Este reportaje fue elaborado por el Director de Comunicación del Montepío de la Minería Asturiana, Alberto Argüelles, consultando diversas fuentes y con fotos del Archivo de la Fundación Obra Social Montepío y de la propia Revista Montepío (número 65, enero de 2013), además del reportaje de actualidad en La nueva España (13 de febrero de 2023).